Los teléfonos modulares vinieron para irse, ¿Qué nos queda?

Xurxo Freitas Pereira
20 de oct. de 2017
3 min de lectura

Los teléfonos modulares adquirieron mucha atención en su momento, incluso se podría decir que se volvieron virales entre los entusiastas de las nuevas tecnologías. La idea era simple: Componentes intercambiables que permitían su actualización de forma sencilla, reparación y además con un impacto ambiental mucho menor, ¡todo ventajas!

 

No todo era de color de rosas.

El problema de estos conceptos, se encontraba en la parte que parece más sencilla de un Smartphone actual, el marco, que se convertiría en todo un reto para los fabricantes. El problema es que había que crear algo que pudiera interactuar con el resto de módulos, que fuera ligero, fino y que además sujetara y pasara los datos de los diferentes componentes del teléfono.

Algunos modelos incluso incluyen problemas de diseño graves e irónicos, como una pantalla, o hasta un procesador fijo, lo que rompía por completo la funcionalidad que estábamos buscando.

 

 

Otros, en cambio, intentaron llevar esta idea hacia un concepto mucho más limitado pero posible, como el LG G5 o el Moto Z Play, que transformaron a la modularidad en simples accesorios que se podían añadir al teléfono, como mejores cámaras, altavoces o incluso proyectores. Estas soluciones, al ser poco impactantes, quizás por culpa de sus sistemas patentados y costosos, no llegaron mucho más allá, y no hemos tenido noticias de la continuación de estos “módulos” salvo algún caso puntual de los “Moto Mods”.

 

Se ha perdido mucho más que la modularidad.

La pérdida del interés en estos conceptos, no fue lo más sorprendente. Probablemente, mucha gente sabía ya que este no era el momento para lanzar algo así, ni la tecnología, ni los usuarios están preparados para algo así. El problema más grave llegó cuando empezamos a perder las cualidades con las que ya contábamos en los dispositivos, cosas como el almacenamiento expandible, las baterías intercambiables o la reparabilidad, han perdido nuestra atención.

En teoría, estas concesiones, se han hecho, para ganar en otros campos, como la robustez, o el tamaño, pero también es verdad que han empeorado mucho la durabilidad. Por mucho que intentes alargar su vida útil, a veces resulta imposible hacer que uno de estos dispositivos en los que te has gastado cientos o incluso miles de euros en algunos casos, dure más de dos años.

 

 

Hemos llegado a un punto en que los teléfonos actuales, viran en dirección contraria a los paradigmas que hicieron cautivadores a los teléfonos modulares, estamos viendo cosas que quizás no nos importen a la hora de la compra, pero que sin duda, nos deberían preocupar.

Uno de los problemas más comunes de los teléfonos móviles, y que seguro que más de un lector de esta web ha sufrido, es la rotura de la pantalla. Los teléfonos cada vez son más difíciles y caros de reparar, puesto que no solo aumenta el coste de los componentes, también el de la mano de obra, cada vez más especializada y cualificada, necesaria para esta tarea.

 

Más frágiles y más caros.

Combina estos problemas con el aumento de precio que sufrimos todos los años y tendrás una imagen del mercado actual de la telefonía, ¿A dónde queremos llegar?

Desgraciadamente, todo parece indicar que esto continuará así durante un tiempo, al menos mientras exista gente que se lo pueda permitir. No obstante, puede que sea el momento de dejar de pensar en si se lo puede permitir nuestra cartera y comenzar a pensar en si el medioambiente podrá permitirse también nuestra forma de “innovar”.